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Para continuar con la sesión de postboda de Ana y Víctor, cogimos el coche y nos desplazamos una hora para llegar a la maravillosa Praia das Catedrais.

Salimos con sol del bosque pero, a medida que nos acercábamos a la costa, el día empezó a nublarse… nublarse… y empezó a llover. ¿Habría que cancelar? Seguimos hasta la playa para ver cómo estaba la situación allí.

El día no era nada bueno, y desde luego no nos iba a permitir ver el atardecer en la playa que esperábamos. Pero como la vida consiste a veces en tomar decisiones un poco locas, decidimos probar a sobrevivir al chirimiri-niebla que había. Nos armamos con unos paraguas que apenas usamos, nos descalzamos y sacamos partido al ambiente de playa con neblina. Y la conclusión fue que ¡Menos mal! Nos lo pasamos pipa correteando por la playa, que además estaba casi vacía por el mal tiempo: pudimos disfrutar de ella a lo grande. Y el resultado: unas fotos que transmiten el buen rollo y todo el amor que hay en esta pareja a lo más puro Piratas del Caribe. ¡Fue una sesión inolvidable!

Así que como véis, hacer una sesión de postboda tiene muchas más ventajas de las que uno pueda pensar de primeras. El día de la boda los novios pueden estar más tranquilos y centrarse en disfrutar con su gente, dejando la sesión para otro momento en el que pasarlo bien al 150%.

Aunque no lo parezca, saber posar no es para nada lo más importante, sino dejarse llevar, concentrarse  en la persona con la que estás compartiendo la alegría de estar juntos. Siguiendo unos pequeños consejos del fotógrafo para estar a gusto, pasan cosas mágicas como esta. Y deslocalizar la sesión de la boda permite ir a lugares especiales para la pareja, como esta playa del norte de Lugo declarada también Monumento Natural.

 

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